9 ago 2009

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Ayer he descubierto que una mirada puede más que mil palabras.
Habiendo partido de la casa de S con G, nos dispusimos a ir a Siraku Leloir. Mientras estabamos en la puerta esperando, apareció E con dos personas más y mágicamente, estábamos entrando gratis 6 personas. Una masa total.
Una vez adentro, nos encontramos con nuestros compañeros, todos ellos en el VIP ( muy sorry gor), y para poder pasar, uno tuvo que salir asi nosotros lo seguíamos y pasábamos.
Pero resulta que cuando vamos a pasar, entran J (que era quién había salido) y G, pero S y yo nos quedamos arafue. Muy poca onda.
Nos quedamos bailando como dos pelotudas ahi al lado de la puerta, porque uno de los chicos habia ido a buscar las pulseras para que podamos entrar. A todo esto yo le decia a S, "O entramos por ellos o nos hago entrar yo, ya vas a ver".
En eso, los planetas colisionaron, a pelados les creció pelo y a los albinos los tostó el sol, cuando me dí media vuelta para mirar al patova y el nos hizo un gesto con la cara y un movimiento con el brazo al ritmo de "Pasen".
De ahí en más, la noche fué fiesta pura; entre la rubia imbécil q
ue se creia dueña de Siraku porque había pagado una mesa y nos quería hechar (juro que S y yo casi la cagamos a trompadas, y no estoy exagerando), luego los cantos victoriosos haciendo alusión a otro continente e intercalando "puta, puta, puta" para que así lo sintieran más en el momento en que se sepa la verdad, la huída despavorida hacia el telo haciendo un stop obligado en el guardarropa, el flaco que tená los padres videntes y que por eso vivían a papilla (ja!), y para rematar, el glorioso desayuno en la estación de servicio.
¿Qué más se puede pedir de una noche de sábado?

NADA PUTAS, NADA!!!



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